martes, 17 de febrero de 2009

Selvática

De mis recuerdos de mi permanencia en la selva, tengo presente claramente los rastros de los animales en los arboles y el profundo olor a pestilencia salvaje. No podiamos dormir solos y nos acostumbramos a dormir juntos ocultos con plantas de espeso follaje y en la noche, los mosquitos nos alumbraban con tremendos aguijones.
Creo que después del quinto día comencé a palidecer por la sed,
Me arrastraba a beber del rio mas turbio como ustedes no han visto jamás y no me saciaba. Donde los peces perdían el ritmo ahí me demoraba yo con la boca hundida, durante largos minutos que parecían siglos bebía a largos tragos para confundir el ansia que era fiebre en mi garganta y que se expresaba con densas gotas de sudor a través de todo mi cuerpo.
Pensar que llegue allí buscándola a ella, con ganas de asirme de sus brazos y empujarla a mi deseo.
Pensar que en mi desesperación no vi los riesgos a los que me enfrentaba. No pensé jamás que las fieras de la selva despedazarían a mis compañeros de viaje. Estaba empujado a la aventura como nunca antes.
Por ella hubiera surcado de sangre los valles contemplativos del sur,
O habría trepado con mi frente en alto las colinas más feroces.
Pensar que una noche me dio su cuerpo entero para que me sintiera hombre. Aun ardo con el recuerdo de su tacto.
Pero la selva nos engullo a todos, nos lavo los ojos y los oídos antes de darnos su bautismo fatal. Nos perdimos en ella.
Después del sexto mes encontramos su cuerpo. El cuerpo de la mujer que buscábamos. Retorcido entre musgos y bejucos, el rostro de ananda herrera se estremecía en un latido de muerte, en un gemido pavoroso. La mujer a la que le bese la boca hasta casi desangrarme había sido devorada por la selva de una manera atroz. Estrangulada entre plantas propias del lugar
Probablemente, en su afán de exploradora había querido adquirir los tallos de alguna flor que solo para ella existía. Estaba (y eso ella no lo sabia) perdida en otra dimensión y había perdido la razón. La selva le dio su beso fatal por encontrarla no apta para pisar esas serenas tierras.
Recuerdo esos días en la selva… como grite desaforadamente la perdida de ananda, como rasgue las peñas con mis uñas, como ladrando descarnadamente me arroje de la cascada mas alta
Los pocos acompañantes, mis amigos, intentaron recuperarme
Pero todo hasta el presente día ha sido inútil
Yo todavía ando perdido doctor,
Ando perdido en esa maldita, maldita selva.
Giorgaso.08

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