martes, 17 de febrero de 2009

El peso de nuestros días

Dolores vino a visitarme con su hijo. Sabe doctor, los últimos días me la he pasado llorando amargamente. No encuentro consuelo doctor. Cuando yo me vaya con quien dejare a mi hijo. Hay procedimientos le digo y cosas por el estilo. Pero dolores escucha mal o no escucha. El cáncer se la esta comiendo viva.
Mientras hablamos el pequeño salomón juega con unas piezas de metal que recién adquirí como figuras decorativas. Representan a la muerte. El juega mientras su madre se muere. Que horrible.
Dolores me habla de sus achaques. Le ofrezco un pañuelo para enjugar sus lágrimas. Es simple dolores le digo, aproveche sus últimos días porque usted no va a durar mucho. Me habla de la quimioterapia del cansancio físico. Siento que no voy a durar mas.
Me paso un pañuelo por la frente arrastrando el sudor. Es simple acostumbrase o jodase. Le hablo con un tono mas fuerte. Le hablo de los suicidas. Seppuku. Quitarse la vida. Ya me tiene harto dolores con sus dolores. Si quiere usted misma puede quitarse la vida. La provoco.
Dolores se estira en el sillón. Pero doctor. Se ve asombrada por mi propuesta. Su hijo resbala en las figuras con un humor sensacional
Dolores esta que se revienta de la ira de no sentirse estimada. Claro a su edad quien va a a estimarla. Parece una vaca. Dolores coje a su hijo. dolores se larga. Apesadumbrada se compra un arma. Los primeros días no tiene valor de usarla. Hasta que llega el día elegido
El cumpleaños de su hijo. Con el pulso tembloroso le descarga tres tiros a el y otro para ella. La sangre ensucia la alfombra.
El funeral es seco. La entierran en un lodazal. Ponen dolores Cifuentes en la lapida con un simple carboncillo.
Yo la veo descender a la fosa. Una paciente menos. Que vaina.
Pensar que todo esto sucede por el bendito peso de nuestros días.
s.08

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