martes, 17 de febrero de 2009

El nombre del erradicador

Mi familia me persigue ahora que estoy joven.
Los sucesos atroces de su masacre se desenvuelven día tras día en mi cabeza.
Y es fatigante retornar al hogar después de un agitado día de trabajo
A observarse las manos frente al espejo y sentir que por las venas corre un agua sucia.
Solo se que yo no empuñe el hacha y el arpón con que sus cuerpos fueron descuartizados.
Mi mano de seminarista nunca se alzaría contra ellos cuando solo soy un ser que puede dar amor.
Yo no zafe las correas y corte las carnes con desmesurada alegría
Ni escarbé en sus pieles reventando vísceras e intestinos
No, jamás me entregaría a ese libertinaje
Solo se que incrustados tengo esos hechos y la identidad del asesino
Solo el párroco del lugar la conoce
Y la protege cuando con sus manos de pastor me acaricia la cabeza entre blandas palmaditas.
s.08

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